NEOLIBERALISMOS EN AMÉRICA LATINA
Aportes para una Reflexión Común
Documento de trabajo
Este documento, que acompaña la carta sobre el neoliberalismo en
América Latina, es una ayuda para el estudi o, el discernimiento
y la búsqueda comunitaria de líneas de acción. No
es un análisis científico de un problema muy complejo. Debe
leerse como la presentación de elementos para el diálogo
sobre un asunto es tudiado, desde diversos ángulos, por muchos otros,
y como invitación a intentar otras aproximaciones, en la búsqueda
de un análisis más comprehensivo y una manera de actuar como
cuerpo con nuestros compañeros jesu itas, laicos y colegas, hombres
y mujeres, con quienes nos une la causa de la justicia. El texto presenta
elementos conceptuales del neoliberalismo y de la concepción del
ser humano que conlleva. Muestra luego los efectos del neoliberalismo sobre
los pobres y sobre el bien común de la sociedad y concluye sugiriendo
línea s de estudio y acción.
1. Desde una perspectiva nuestra
Nosotros, seguidores del Señor Jesús pobre, no somos ni mejores
ni peores que el pueblo latinoamericano y sus dirigentes. Con todo, hemos
sido llamados para contribuir, en la Iglesia, a que Dios pueda manifestarse
en el corazón de los hombres y mujeres, las culturas y los procesos
de este pueblo.
Dedicados al servicio de percibir los signos que hablan de Dios en
la realización de ser humano pleno o lo silencian en la persona
humana excluida por otros, hemos aprendido, en el discernimiento, que cuando
las personas permiten en ellas que Dios se manifieste, el amor misericordioso,
la solidaridad, el perdón, la justicia y la libertad brotan en las
comunidades.
Desde esta perspectiva hemos contemplado el desarrollo de los acontecimientos
en nuestros pueblos en los últimos años. Vemos que, en la
década de los años 80, el proceso de ajuste necesario para
reorganizar las economías , superar el déficit fiscal y de
balanza de pagos, pagar la deuda y recuperar el crecimiento, golpeó
tremendamente a las mayorías populares de todos nuestros países.
Después, en los años 90, al madurar el ajuste y la apertura,
se esperaba que los tiempos difíciles concluyeran. Pero encontramos
que no ha sido así, a pesar de que efectivamente se ha dado un crecimiento
económico modera do. Hay un sentimiento muy generalizado en los
sectores populares y pobres de perdida de la calidad de vida y evidencias
contundentes de deterioro en la distribución del ingreso. Aumenta
la protesta ciudadana y en algunos lugares ha vuelto a aparec er con fuerza
la lucha armada como invitación a un cambio profundo de la situación.
Las inequidad, la miseria y la corrupción, que son los tres grandes
motivos del descontento general están presentes, y en no pocos aspectos
se han agravado.
Allí están, en la pobreza 180 millones de hermanos y
hermanas nuestros y, en la miseria 80 millones. Sabemos que este problema
tiene una historia larga de modelos de crecimiento económico desigual
y de desarrollo excluyente, donde al lado de grupos muy ricos y una clase
media importante, multitudes inmensas han quedado por fuera de una vida
humana digna. Pero vemos que en los últimos años esta situación
tiene detrás una manera de hacer economía llama da neoliberalismo
que además penetra la política y toda la vida social.
2. Una aproximación conceptual al neoliberalismo
El neoliberalismo, tal como se entiende en América Latina, es una
concepción radical del capitalismo que tiende a absolutizar el mercado
hasta convertirlo en el medio, el m&eacu te;todo y el fin de todo comportamiento
humano inteligente y racional. Según esta concepción están
subordinados al mercado la vida de las personas, el comportamiento de las
sociedades y la política de los gobiernos. Este mercad o absoluto
no acepta regulación en ningún campo. Es libre, sin restricciones
financieras, laborales, tecnológicas o administrativas.
Esta manera de pensar y de actuar tiende a hacer una totalidad ideológica
de la teoría económica de algunos de los economistas más
brillantes del capitalismo moderno, que crearon el pensamiento neoclásico.
Pensadores que no pretendieron reducir el comportamiento del hombre y de
las sociedades a los elementos que ellos plantearon para explicar una parte
de las relaciones y de la vida compleja de las personas y las comunidades.
Por tanto el neoliberalismo no es igual a la economía que reconoce
la importancia del mercado de todos los bienes y servicios sin absolutizarlo,
ni es igual a la democracia liberal. Oponerse al neoliberalismo no significa
estar en contra de la util ización eficiente de los recursos de
que dispone la sociedad, no significa delimitar la libertad individual,
no significa apoyar el socialismo de Estado. Oponerse al neoliberalismo
significa más bien afirmar que no hay instituciones absolutas para
explicar o para conducir la historia humana. Que el hombre y la mujer son
irreductibles al mercado, al Estado o a cualquier otro poder o institució
n que quiera imponerse como totalizante. Significa proteger la libertad
humana afirmando que sólo Dios es absoluto y que su mandamiento
es el amor que socialmente se expresa en justicia y solidaridad. Y significa
denunciar las ideologías tot alitarias, porque cuando éstas
se han impuesto, el resultado ha sido la injusticia, la exclusión
y la violencia.
3. Un aporte sobre la concepción del ser humano subyacente al neoliberalismo
La Congregación General 34 nos invita a actuar ante el hecho de
que "la injusticia estructural del mundo tiene sus raíces en el
sistema de valores de una cultura moderna que está teniendo impacto
mundial" (CG34, 4,24). Este impacto llega a nuestros países a través
de la tecnología y los sistemas financieros internacionales.
Este impacto cultural, al radicalizarse por el neoliberalismo, tiende
a valorar al ser humano únicamente por la capacidad de generar ingresos
y tener éxito en los mercados. Con este contenido reduccionista
penetra a los dirigentes de nuestro s países y atraviesa la clase
media y llega hasta los últimos reductos de las comunidades populares,
indígenas y campesinas, destruyendo la solidaridad y desatando la
violencia.
Nos encontramos así ante un sistema de valores profundo, porque
toca el corazón humano, y envolvente, porque impone sus mensajes
convincentes, que atraviesa la vida social e institucional de América
Latina.
La absolutización del mercado llega a plantearse aun con connotaciones
religiosas. Al decir que el mercado "es correcto y justo" lo convertimos
en moralmente legitimador de actividades cuestionables. Hacemos que desde
el mercado se defina el sentid o de la vida y la realización humana.
Este sistema de valores se presenta en símbolos ambiguos con gran
capacidad de seducción y, gracias a su dominio sobre los medios
de comunicación masivos, afecta fácilmente las tradi ciones
locales, no preparadas para establecer un diálogo que enriquezca
a todas las partes y preserve la identidad y la libertad de hondas tradiciones
humanas que no tiene poder en los mercados para comunicar sus mensajes.
No se nos escapan los elementos positivos de la movilización
internacional llevada a cabo por las transformaciones tecnológicas
que han permitido disminuir las enfermedades, facilitar las comunicaciones,
acrecentar el tiempo disponible para el ocio y la vida interior, hacer
más cómoda la vida en los hogares. Pero igualmente vemos
los aspectos de estos procesos que disminuyen al hombre y la mujer, particularmente
en el contexto de la radicalización neoliberal, porque - pr etendiéndolo
o no- desatan la carrera por poseer y consumir, exacerban el individualismo
y la competencia, llevan el olvido de la comunidad y producen la destrucción
de la integridad de la creación.
4. Las políticas neoliberales
El neoliberalismo se manifiesta en sus políticas de ajuste y apertura
que, con diversas connotaciones se aplican en los países latinoamericanos.
Estas ponen el crecimiento económico -y no l a plenitud de todos
los hombres y mujeres en armonía con la creación- como razón
de ser de la economía. Restringen la intervención del Estado
hasta despojarlo de la responsabilidad de garantizar los bienes mínimos
que se merece todo ciudadano por ser persona. Eliminan los programas generales
de creación de oportunidades para todos y los sustituyen por apoyos
ocasionales a grupos focalizados. Privatizan empresas con el criterio de
que la administració n privada es mejor en último término
para todos. Abren sin restricciones las fronteras para mercancías,
capitales y flujos financieros y dejan sin suficiente protección
a los productores más pequeños y débi les. Hacen silencio
sobre el problema de la deuda externa cuyo pago obliga a recortar drásticamente
la inversión social. Subordinan la complejidad de la hacienda pública
al ajuste de las variables macroeconómicas: presupuesto f iscal
equilibrado, reducción de la inflación y balanza de pagos
estable; pretendiendo que de allí se sigue todo bien común
en el largo plazo, y sin atender los nuevos problemas de la población
que emergen de estos ajuste s y que tienen que ser atendidos simultáneamente
por una política de Estado. Insisten en que estos ajustes producirán
un crecimiento que, cuando sea voluminoso, elevará los niveles de
ingreso y resolverá por rebalse la s ituación de los desfavorecidos.
Para incentivar la inversión privada, eliminan los obstáculos
que podrían imponer las legislaciones que protegen a los obreros.
Liberan de impuestos y de las obligaciones con el medio ambiente a grupos
poderosos, y los protegen para acelerar el proceso de industrialización,
y así provocan una concentración todavía mayor de
la riqueza y el poder económico.
Estas medidas de ajuste han tenido aportes positivos, como la contribución
de los mecanismos de mercado para elevar la oferta de bienes de mejor calidad
y precios, la reducción de la inflación en todo el continente,
el quitar a los Go biernos tareas que no les competen para darles oportunidad
de dedicarse, si quieren, al bien común, la conciencia generalizada
de austeridad fiscal que lleva a utilizar mejor los recursos públicos,
y el avance de las relaciones comerciales e ntre nuestras naciones.
Pero estos elementos están lejos de compensar los inmensos desequilibrios
y perturbaciones que causa el neoliberalismo en términos de multiplicación
de masas urbanas sin trabajo o que subsisten en empleos inestables y poco
productivos , quiebras de miles de pequeñas y medianas empresas;
destrucción y desplazamiento forzado de poblaciones indígenas
y campesinas; expansión del narcotráfico basado en sectores
rurales cuyos productos tradicionales quedan fuera de la competencia; desaparición
de la seguridad alimentaria; aumento de la criminalidad empujada no pocas
veces por el hambre; desestabilización de las economías nacionales
por los flujos libres de la especulación interna cional; desajustes
en comunidades locales por proyectos de multinacionales que prescinden
de los pobladores.
5. Problemas de pobreza estructural que el Neoliberalismo ahonda
El neoliberalismo surge al interior de la cultura moderna y, sin necesariamente
pretenderlo, produce efectos estructurales que generan pobreza y que ya
han estado actuando desde much o antes del auge neoliberal en la década
de los ochenta.. Estos factores son, entre otros, la inequidad o injusticia
en la distribución del ingreso y la riqueza, la precariedad del
capital social y la desigualdad o la exclusión en las relaciones
de intercambio.
5.1. La mala distribución de la riqueza y del ingreso
La inequidad económica o desigualdad social no permite a casi la
mitad de los habitantes de Latinoamérica y el Caribe, alcanzar las
condiciones materiales necesarias para v ivir con dignidad y alcanzar el
ejercicio efectivo de sus derechos.
El neoliberalismo, hoy día, al oponerse a la intervención
redistributiva del Estado, perpetúa la desigualdad socioeconómica
tradicional y la acrecienta. El neoliberalismo introduce el criterio de
que solamente el mercado posee la virtud de asignar eficientemente los
recursos y fijar a los diversos actores sociales los niveles de ingresos.
Se abandonan así los esfuerzos por alcanzar la justicia social mendicante
una estructura progresiva de impuestos y una asignació ;n del gasto
público que privilegie a los más desfavorecidos; y se dejan
de lado intentos por la democratización de la propiedad accionaria
o la reforma agraria integral.
5.2. La precariedad del capital social
Se entiende por capital social el acumulado de la riqueza humana, natural,
de infraestructura y de instituciones que tiene una sociedad. Capital social
es por tanto la cultura, el conocimiento, la educaci&oac ute;n, los
recursos naturales, las vías y comunicaciones, que ofrece una nación
a sus habitantes. Este capital se configura paulatinamente, con aquellas
inversiones privadas y estatales que elevan las potencialidades y la creatividad
de todo s los hombres y mujeres de un pueblo. El capital social se fundamenta
sobre todo en la participación de la sociedad civil y del Estado
en la expansión de las oportunidades.
Al mirar el capital social en nuestros países se encuentra que
la oferta educativa es escasa y de baja calidad para más de la mitad
de los pobladores de América Latina y el Caribe. La inversión
en ciencia y tecnología es marginal en la gran mayoría de
los presupuestos. Las condiciones de salud son malas. Hay un inmenso vacío
de infraestructura de vías para las zonas de economía campesina,
y de infraestructura para las mayorías de los ho gares pobres urbanos
o rurales. Avanza la destrucción de la riqueza natural y, al ponerse
en marcha procesos de descentralización administrativa en todos
los países, se evidencia una gran fragilidad en las instituciones
locales, parti cularmente en los pueblos pobres.
Podría decirse que desde siempre los pobres en América
Latina han vivido este vacío de capital social, pero esta falla
se ha agravado con las políticas neoliberales, por la retirada del
Estado en favor de la iniciativa privada, por la disminución del
gasto público; por el abandono del apoyo al patrimonio natural y
cultural, y a las organizaciones de la gente.
5.3. Los mercados sin control social
El mercado como expresión histórica de la necesidad de los
seres humanos de apoyarnos unos en otros para poder darnos posibilidades
de realización presente y futura, no es ni bueno ni malo, ni capitalista
ni socialista. Se plantea para todos como una relación que debe
ser controlada, en libertad, solidaridad y destreza, para conseguir una
existencia amable para todos. Como todo tipo de relación el mercado
puede ser empleado pe rversamente para destruir a las personas y a los
pueblos. Pero el hecho de que pueda darse esta perversión no puede
llevarnos a olvidar el patrimonio de conocimiento y de cultura que en torno
al mercado ha hecho la humanidad en su historia. El desa fío no
es destruir la relación de intercambio sino ponerla al servicio
de la realización del ser humano en armonía con la creación;
colocarla dentro de un marco de condiciones de igualdad de oportunidades
básicas para todas las personas y dignificarla librándola
de las fuerzas de dominación y explotación que llegaron a
tergiversarla en el modo de producción que se generalizó
en occidente (SRS, 28).
Con la entrada del neoliberalismo se han acentuado los desajustes que
produce en la sociedad la actuación del mercado que no está
bajo control por la sociedad civil y el Estado . En efecto, al descuidar
la producción de capital social el mercado queda al servicio de
los más educados, de los que poseen infraestructura y ponen las
instituciones a su servicio, y de los que concentran la información.
Al establecer la desregulación laboral y financiera, el mercado
tras lada fácilmente el valor producido hacia núcleos de
acumulación nacional e internacional. En muchos casos, no se ha
incorporado al pueblo en la producción vigorosa de valor agregado.
Y en procesos como la maquila o la econom&ia cute;a informal, no se
le ha al pueblo permitido participar en la riqueza que genera. De hecho
no se ha dado un proceso de incorporación de los pobres, de los
sectores populares, y clases medias en las relaciones económicas
de manera crecien te, con capacidades para retener el valor agregado por
ellos y superar la pobreza. El mercado de trabajo es elemento central de
la integración de la economía mundial. En la actual competencia
neoliberal las inversiones buscan mano de obra barata para internacionalizarse
nternacionalmente. Se rebajan así los costos d e producción
y se perjudica a los obreros latinoamericanos, que son mal pagados, y a
los obreros del Norte creando desempleo, porque las fábricas se
trasladan al Sur. Por otro lado, sistemáticamente se impide el acceso
de trabajadores de países pobres a países más ricos.
Los llamados capitales golondrina, en un mercado financiero sin restricciones,
se mueven sin otro propósito que aprovechar ventajas en los sistemas
bancarios y monetarios, y pueden desestabilizar completamente cualquier
país, produciendo efe ctos devastadores incluso sobre las economías
más fuertes de Latinoamérica.
Los efectos del mercado sin control social han sido particularmente
graves para los pobladores rurales, donde se sintió duramente el
golpe de la apertura que sacó de la producción a millones
de campesinos. Y donde la falta de capital social es mucho más profunda.
En consecuencia, al mirar la región en conjunto, se descubre
que las políticas neoliberales profundizan problemas estructurales
que están en la base de la pobreza: la distribución de la
riqueza, el capital social, y las distors iones sociales generadas por
el mercado cuando actúa sin control social.
5.4. El neoliberalismo y la crisis social general
Es muy importante reflexionar sobre las relaciones entre el neoliberalismo
y la crisis general de nuestras sociedades, porque percibimos que, al lado
de la persistencia de la pobreza y crecimiento de la desigualdad, viejos
problemas de nuestras sociedades, que emergen de raíces premodernas
y modernas, toman nueva fuerza. Estamos peligrosamente empujados por una
cultura que radicaliza la ambición por poseer, acumular y consumir,
y que sustituye la realización de todas las personas en comunidades
participativas y solidarias por el éxito individual en los mercados.
En efecto, en todo el continente se percibe un rompimiento general
de las sociedades que tiene múltiples causas y aparece en la inestabilidad
de las familias, las múltiples y crecientes formas de violencia,
la discriminación contra la mujer, la destrucción del medio
ambiente, la manipulación de los individuos por los medios de comunicación,
hostigamiento al campesinado y las comunidades indígenas, el crecimiento
de ciudades inhóspitas, la pérd ida de legitimidad de los
partidos políticos, la corrupción de los dirigentes, la privatización
del Estado por grupos con poder económico, la pérdida de
gobernabilidad del aparato estatal, la penetración de consum os
alienantes como la droga y la pornografía, la complejidad de procesos
de secularización y de búsquedas espirituales que prescinden
del compromiso comunitario y de la práctica de la solidaridad.
El neoliberalismo exacerba esta crisis al llevar a la desaparición
del bien común como objetivo central de la política y la
economía. El bien común es sustituido por la búsqueda
de equilibrio de las fuerzas del me rcado. Contrariamente al pensamiento
social de la Iglesia que considera que debe haber tanto Estado cuanto lo
requiera el bien común, el neoliberalismo plantea escuetamente que
lo mejor es tener menos Estado, tanto cuanto se requiera para el buen f
uncionamiento macroeconómico y para el impulso de los negocios privados.
En este contexto, desaparece como horizonte la preocupación
por la calidad de vida general de la población de hoy y de mañana,
que antes se expresó en los llamados Estados de bienestar. Al desaparecer
el objetivo del bien de to dos, desaparece el sentido del hogar común
o público.
Por eso no se necesita cuidar de la familia como núcleo y célula
de un bien común que ya no importa. La mujer pasa a ser simplemente
fuerza de trabajo más barata. La naturaleza se convierte en una
fuente de enriquecimiento r&aa cute;pido para las generaciones presentes,
el campesino un ciudadano ineficiente, que tiene que emigrar. En este horizonte
donde lo público tiende a desaparecer, los partidos políticos
como propuesta de construcción de sociedad y de nación pierden
razón de ser. La competencia política y administrativa se
reduce a dem ostrar que el candidato o el presidente es el más capaz
para crear las condiciones exigidas por el juego abierto y libre de los
mercados. Unos y otros subordinados a programas de ajuste y apertura, impuestos
por las mismas necesidades internacional es de los mercados. No es de extrañar
que, en este contexto, donde la comunidad es irrelevante y el bien común
inútil, la violencia se acreciente, la producción y el consumo
de droga se disparen, y se refuercen los elementos más contrarios
a la realización humana contenidos en la cultura actual, mientras
se dejan de lado los aportes más valiosos de la modernidad y la
posmodernidad.
6. Tareas que debemos emprender
Ante esta realidad, contraria a la obra del Creador, una exigencia de la
fe, para que Dios pueda ser Dios entre nosotros, nos llama a resistir a
dinámicas que destruyen a nuestros hermanos y hermanas y a trab
ajar con muchos otros en un cambio, para contribuir a construir una sociedad
más cercana al Reino de solidaridad y fraternidad del Evangelio.
No importan los costos que tengamos que pagar en esta determinación.
No tenemos alternativa. Es nuestra lealtad con el Señor Jesús
la que está en juego. Es la fundación de las condiciones
de posibilidad de la convivencia fraterna, por la que entregaron su vida
los mártires jesuitas en diversos puntos de Latinoamérica.
Nuestra aspiración es contribuir a construir una sociedad donde
todas las personas, sin exclusiones, puedan tener los bienes y servicios
que se merecen por haber sido llamada a compartir este camino común
hacia el Padre. Una sociedad justa, donde nadie quede excluido, sensible
a los débiles, a los marginados, a quienes han sufrido los impactos
de procesos socioeconómicos que no ponen al ser humano en primer
lugar. Una sociedad democrática, construida participativamente,
equitativa en las relaciones de género. Una sociedad donde podamos
vivir en familia y mirar al futuro con ilusión, compartir la naturaleza
y legar sus maravillas a las generaciones que nos sucederán. Una
sociedad atenta a las tradicio nes culturales que dieron una identidad
propia a nuestros pueblos.
6.1. El estudio sobre el neoliberalismo
La primera tarea que tenemos es entender a fondo el neoliberalismo y las
dinámicas sociales concomitantes, y llegar a descubrir su racionalidad
y sus supuestos éticos.
Por eso proponemos emprender un proceso de reflexión y acción
coordinada, que recoja los aportes conceptuales y las experiencias de las
diversas provincias, los sistematice de manera útil, y los ponga
al servicio de una acción de mayor fruto, para un bien más
universal, dentro de la Iniciativa Social de la Compañía.
Este proceso comienza por enfrentar con toda seriedad en las comunidades
y obras las preguntas pertinentes: ¿qué es esto del neoliberalismo
y cómo vamos a conocerlo en profundidad? ¿cuáles son
sus raíces antropológicas, filosóficas, económicas,
históricas? ¿cuál es la ética implícita
en sus posiciones y qué tiene que decir allí la teología?
¿cómo debe colocarse ante él nuestra espiritualidad
ig naciana? ¿cómo discernir sus efectos en personas, instituciones,
comunidades? ¿cómo llegar al corazón de esta cultura
en el diálogo con la modernidad, la globalización y la tecnología?
¿cómo preparar a los jesuitas y particularmente a los jóvenes
para practicar el discernimiento de esta realidad? ¿cómo
trabajar con muchos otros en nuestras obras, con las instituciones de las
sociedad civil, con la iglesias y movimientos religiosos y con los go biernos
para ser eficaces aquí, donde se juega el sentido de los hombres
y mujeres de nuestro continente? ¿cómo dialogar con los que
toman las decisiones técnicas y políticas que producen efectos
devastadores en los pobre? ¿c&o acute;mo educar a nuestros alumnos
para que sean capaces de trabajar en la construcción de un mundo
distinto? ¿cómo enfrentar la obsesión del consumo
en los medios de comunicación y rescatar el humanismo, la estética,
la fruición gratuita de la naturaleza, la riqueza del espíritu
y la satisfacción del ejercicio de la solidaridad?
Esta tarea de investigación interdisciplinaria tenemos que hacerla
junto con los laicos, y con otros cristianos y no cristianos, en una red
apostólica que involucre nuestras universidades y centros de investigación
y acción soc ial y muchas otras instituciones comprometidas internacionalmente
por la causa de la justicia y de la vida (CG34, 3.23).
El conocimiento de las dimensiones antropológicas que hay debajo
de la corriente neoliberal y sus consecuencias debe ser parte de la cultura
de todo jesuita. Por eso la importancia de la formación en ciencias
sociales, economía, pol&i acute;tica, ética pública...,
para todos, a fin de poder asumir con claridad los desafíos que
la situación nos plantea en el presente y para el futuro. Al avanzar
en el conocimiento de estas realidades complejas tenemos que pasar al discernimiento
ignaciano y llevar a los Ejercicios, al acompañamiento espiritual
y a la predicación las exigencias del Espíritu.
Tenemos que entregar a nuestros alumnos de colegios y universidades
la comprensión de la situación y difundirla pedagógicamente
por los medios de comunicación.
6.2. Superar la exclusión (CG34, d 3, 15.)
Tenemos una tarea pedagógica inmensa: En un contexto donde desaparece
el horizonte del bien común y cada uno busca su propio provecho
en el mercado, la exclusión social se prof undiza. Hay que emprender
una esfuerzo educativo formal e informal para transformar las instituciones,
empresas y proyectos excluyentes, las políticas de la exclusión,
y a los hombres y mujeres que son actores de exclusión, muchas vec
es sin conciencia de ello. Tenemos que empezar por examinarnos a nosotros
mismos, nuestras preferencias y los grupos que frecuentamos. Nosotros también
podemos ser parte de la dinámica de la exclusión. Y también
hay que propici ar cambios en los excluidos, porque ellos a su vez son
muchas veces la contraparte del tipo de sociedad nacional e internacional
que hemos creado.
El desafío está en partir de los que han sido dejados
fuera y desde allí, al lado de los pobres y caminando con ellos,
proponer para todos la más inclusiva o incluyente de las sociedades
posibles y viables. Por eso esta tarea l lama a una transformación
estructural de nuestras sociedades que va más allá de la
resistencia a los elementos perturbadores del neoliberalismo. No se trata
de incluir a los excluidos, en sistemas que son aparatos de generar exclusi&o
acute;n. Se trata de un trabajo paulatino y paciente por crear la sociedad
solidaria que no existe.
6.3. La superación de la cultura de la pobreza
Con esta expresión no se alude la cultura de los pobres, con edades.
La expresión se refiere a una manera de comportarse la sociedad
total, en el ámbito nacional y continen tal. Una sociedad que, en
sus cuadros directivos, en sus instituciones sociales, políticas,
educativas y religiosas, y en sus pobladores populares, se ha acostumbrado
a vivir con la pobreza, como algo normal. Aunque se tengan los medios para
supera r esta situación, no hay interés para ponerlos en
práctica.
Puede decirse que esta cultura de la pobreza existe desde hace muchas
décadas en América Latina, pero al propagarse el neoliberalismo
en todos nuestros países, esta manera de ver y de sentir las cosas
encuentra una justificació n perversa. En efecto, para el neoliberalismo
la existencia de millones de pobres y miserables en Latinoamérica
no produce ningún escándalo. Estas personas no tienen nada
que reclamar, porque no valen nada en el mercado. Y la econom&i acute;a
no está para sacarlos de la pobreza, sino para producir más
y vender más y ganar más.
6.4. Búsqueda de alternativas económicas viables
Una de las responsabilidades más urgentes es pasar del análisis
crítico a las propuestas. Por eso tenemos que presentar alternativas
viables de un desarrollo human o y sostenible, orientado por el bien común,
y que garantice la realización de todos nuestros hermanos y hermanas,
presentes y futuros, en armonía con la naturaleza.
En términos muy generales éstos son algunos de los temas
que deben someterse al estudio:
Los bienes que todos merecen
-
Nuestra atención debe ponerse ante todo en procurar que el Estado
y la sociedad aseguren a todos los bienes que las personas se merecen por
ser tales, hijos e hijas de Dios. Bienes que deben garantizarse como derechos
ciudadanos básicos, independientemente de si las familias son o
no capaces de comprar estos elementos indispensables en los mercados. Tales
bienes son la salud, la educación, la seguridad, el hogar y la vivienda.
Estos son realmente bienes públicos. No buscamo s la sociedad del
bienestar dedicada a satisfacer las demandas insaciables de ciudadanos
consumidores. Queremos una sociedad justa, donde cada persona tenga lo
esencial para que pueda vivir en dignidad.
Los recursos naturales
-
El desarrollo sostenible exige la seguridad ambiental y la equidad entre
los hombres y mujeres actuales y los que vendrán en el futuro. Es
indispensable presentar alternativas para que la economía dé
a los recursos naturales un tr atamiento distinto del que se impone hoy
en el neoliberalismo, que no incorpora los costos y beneficios ecológicos
y sociales de largo plazo. Tenemos la responsabilidad enorme de encontrar
caminos nuevos, que garanticen la calidad de vida de todos, dentro patrones
de consumo y extracción diferentes a los de los países del
Norte y de las élites ricas de nuestras sociedades que destruyen
el medio ambiente y se apropian de los bienes de la tierra, hasta el punto
en que ellos, que son el 20 por ciento de la población del planeta,
consumen el 80 por ciento de los recursos de la tierra.
La equidad de género
-
En los últimos años, al disminuirse el ingreso de los asalariados
y aumentarse el desempleo, las familias se han visto obligadas a participar
con varios miembros frecuentemente en la economía informal. En estas
condiciones de merc ado de trabajo informal, la mujer de clase media y
de los sectores populares se ve obligada a tener tres jornadas de diarias
trabajo: ella se trabaja para contribuir al ingreso familiar, lleva el
peso del trabajo doméstico y crían a los ni&n tilde;os.
La mujer es además usada como objeto de publicidad y artículo
de comercio. En este contexto cabe recordar las reflexiones de la Congregación
General 34 que nos hablan de "una discriminación sistemática
contra l a mujer" y nos propone contribuir en esta la tarea que "está
en el centro de toda misión contemporánea que pretenda integrar
fe y justicia" (CG34, 14.).
-
En la situación latinoamericana tiene pleno sentido la expresión
de la Congregación : "Hay una 'feminización de la pobreza
y un 'rostro femenino de la opresión'." Es indispensable tomar aquí
la llamada que se nos hace a alinearnos en solidaridad con la mujer. Particularmente
escuchando a la mujer, enseñando explícitamente la igualdad
esencial entre la mujer y el varón, apoyando los movimientos de
liberación que se oponen la explotac ión de la mujer, y haciéndola
presente en las actividades de la Compañía.
La política rural
-
La apertura neoliberal ha causado estragos en los campesinos de todo el
continente. Los agricultores pequeños y medianos representan la
mayoría de los productores agrícolas de casi todos nuestros
países. Emprender un proces o distinto lleva a propiciar seriamente
un conjunto complejo de medidas que implican, entre otras cosas: la participación
de los campesinos en los procesos de modernización de las estructuras
productivas, la investigación sobre sus si stemas peculiares, el
acceso a las nuevas tecnologías y a la asistencia técnica,
la vinculación al mercado nacional e internacional sin dejar el
autoconsumo, el cuidado de las condiciones y necesidades típicas
de los diversos p roductos y localidades, el crédito agropecuario,
la tenencia de la tierra su distribución y titulación, la
desconcentración de los canales de distribución e información
sobre mercados, el crédito, las provi sión de vías,
energía rural y servicios públicos de salud y educación.
Todo esto, enmarcado en un horizonte de agricultura sostenible
La política industrial
-
En el marco económico neoliberal el desarrollo tiene como motor
la industria exportadora, sin embargo, aunque esta ha crecido, no es el
motor del resto de la economía porque no está vinculada suficientemente
a los demás sec tores y depende altamente de importaciones. Hay
que encontrar caminos de una producción manufacturera y agroindustrial
diversificada, que apoye a la mediana y pequeña empresa y no solamente
a la grande, que satisfaga las necesidades bá ;sicas de la población,
fortalezca el acumulado tecnológico de la sociedad, promueva la
equidad y el crecimiento sostenible.
La política laboral
-
Las dinámicas económicas vigentes tienden a competir internacionalmente
bajando los costos laborales y pagando malos salarios. Es necesario impulsar
estrategias justas que lleven a una inserción competitiva en los
mercados basada en la calificación de las personas y la expansión
de su creatividad, y el cambio de la concepción de la empresa en
una verdadera comunidad de trabajo (CA. 32). Y hay que colocarse en un
horizonte de superación del desempleo y e l subempleo (SRS.18).
La deuda externa
-
El Sumo Pontífice nos invita a que en el espíritu del libro
del Levítico, hagamos del Jubileo del año 2 mil un tiempo
oportuno para pensar en "una notable reducción, si no en una total
condonación, de la deuda internacional" (TMA. 51). No hay que perder
de vista que la deuda externa constituye una limitación seria para
el potencial del desarrollo equitativo y sostenible desde México
hasta Chile. No podemos dejar de lado este tema de justicia inte rnacional,
que golpea la vida cotidiana de las mayorías populares y no deja
de preocupar a la Iglesia. De allí la necesidad de contribuir a
presentar propuestas bien fundamentadas para que la sociedad y los gobiernos
de Latinoamérica y el Caribe puedan colocarse en una negociación
donde se condone una porción importante de la deuda, particularmente
la que se originó por el alza abrupta de las tasas de interés.
Y para que la parte de la deuda que no puede se r condonada se examine,
asegurar que su pago no perjudique el gasto social. Y es indispensable
ayudar a formular
Con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional
-
El reto es hacer avanzar el diálogo y el estudio de propuestas rigurosas
que nuestros compañeros jesuitas de todo el continente, a partir
de la iniciativa tomada por el Center of Concern de Washington, han adelantado.
-
Ante la economía norteamericana deberíamos ayudar a dar aportes
a un diálogo en torno a las decisiones que más afectan a
América Latina: sistema financiero, instituciones, empresas multinacionales.
Con particular cui dado se debe estudiar el sector financiero privado en
nuestras universidades y centros sociales; este sector está movilizando
miles de millones de dólares que concentran el crédito en
los países ricos, y producen efectos desest abilizadores en las
principales economías latinoamericanas.
6.5. Superar la crisis de la sociedad
Como se vio arriba, la crisis de nuestras sociedades tiene un origen histórico
y con muchas causas y es acrecentada por el neoliberalismo. Por la misma
razón no podemos dejar de tocar aspectos fu ndamentales del bien
común cuando tratamos de presentar alternativas a la economía
política neoliberal.
La construcción de la sociedad civil
-
"La Iglesia, cuya misión compartimos, no existe para ella misma
sino para la humanidad" (CG34, 2.3). Afirmando sus raíces cristianas,
y respetando la autonomía de las realidades terrestres, nuestras
comunidades de solidaridad debe n ponerse al servicio de la colectividad
ciudadana de la construcción del espacio de lo público. Esta
urgencia es tanto mayor cuanto más grande sea la presión
en nuestros países hacia el silencio y la desaparición de
las responsabilidades ciudadanas por la solidaridad y el bien común(CG34,
4. 23).
La vigorización de la vocación política
-
Para superar la crisis de gobernabilidad y dignificar el servicio público,
y para poner la política económica y los mercados bajo el
control social que protege al bien común, debemos contribuir a la
formación de los hombres y mujeres con vocación política.
Para que ellos y ellas se entreguen a la construcción de Estados
garantes de la dignidad de todos los ciudadanos y ciudadanas, y cuidadosos
de los pobres.
La transformación del Estado
-
Debemos contribuir a un estudio interdisciplinario que haga claridad sobre
el Estado como agente importante en un modelo alternativo de desarrollo,
sostenible, equitativo y donde el ser humano sea el centro; que presente
alternativas al concepto neoli beral que pide que el Estado se reduzca
al mínimo. Los ejemplos exitosos de desarrollo hoy en día
muestran una acción estatal efectiva y eficiente para priorizar
objetivos y gastos, imponer restricciones y distribuir pérdidas,
con un papel importante del Estado en proyectos estratégicos y en
el suministro adecuado de lo bienes que todos merecen.
La elaboración de una ética pública
-
Teniendo en cuenta que el neoliberalismo subordina el comportamiento moral
al mercado y produce efectos destructivos de la comunidad, debemos contribuir,
desde el seguimiento del Señor Jesús, quien es en última
instancia nuestra l ey moral, al establecimiento de una ética pública
o civil, tarea en la que somos simples ciudadanos, con los demás,
creyentes y no creyentes, responsables de establecer los valores morales
pertinentes de una realidad en profundos camb ios, valores sin los cuales
nuestras sociedades no pueden sobrevivir y asegurar la realización
de todos. En este esfuerzo seremos pedagogos, con muchos otros y otras,
de la vida, la búsqueda de la verdad, la justicia, los derechos
humanos, l a lucha contra la corrupción, la paz y la protección
de la integridad de la creación.
-
Esta tarea ética tiene para nosotros, jesuitas, una dimensión
más profunda. A saber, buscar estrategias apostólicas para
que nuestro diálogo sobre las políticas del sistema económico
lleve la sensibilid ad evangélica hasta el fondo de la experiencia
cultural: donde encontramos o rechazamos a Dios, construimos o destruimos
el sentido del ser humano y de la naturaleza, damos o no paso al Reino.
Ese es el lugar del discernimiento profundo, donde debe mos colocarnos
con lucidez, conocimiento y libertad, y colaborar con otros en la construcción
de relaciones sociales nuevas en transparencia, justicia y solidaridad.
-
Como una tarea particular, es indispensable que, con una actitud ignaciana
de búsqueda del bien más universal, lleguemos a tocar la
conciencia de los directivos que toman las decisiones económicas
y financieras para que sus determ inaciones técnicas tengan efectos
positivos en la transformación de la cultura de la pobreza y de
la muerte en una cultura de la vida compartida.
6.6. Una perspectiva Latinoamericana
Al hacer estas reflexiones es importante mirar a la totalidad del América
Latina y el Caribe. Este territorio, de raíces culturales y espirituales
comunes, ha sido considerado como un mosaico de n aciones con destinos
distintos. Mirar así las cosas hacia adelante no es posible. Equivaldría
a aferrarnos a un pasado que se acabó.
Todavía no sabemos qué significa esta unidad latinoamericana.
Pero el proceso acelerado que conduce hacia allá es vigoroso e irreversible.
Es muy difícil avanzar en esta dirección si perdemos
la dimensión internacional (CG34, 3, 7). De allí lo importante
de profundizar el diálogo y las tareas comunes entre compañeros
jesuitas, entre jesuitas y laicos con quienes trabajamos y entre nuestras
instituciones.
Una visión así tiene que llevarnos a una solidaridad
continental. Una solidaridad lúcida, que nos permita dialogar con
nuestros compañeros de Norteamérica para emprender estudios
y búsquedas comunes, para presenta r alternativas a problemas como
los de las empresas multinacionales que compiten con base en salarios bajos
en nuestros países, y perjudican a los obreros de ambas partes del
continente. Necesitamos unirnos, cuando la miseria empuja la migraci&oacu
te;n de los latinos hacia Estados Unidos y Canadá; cuando el Norte
vende armas a nuestros países para acrecentar violencias fratricidas;
y la guerra se vuelve una razón más de desplazamientos a
otras fronteras; cuando los diner os de las cajas de pensión de
los trabajadores de EE.UU. se invierten en mercados financieros volátiles
en Latinoamérica; cuando también en Estados Unidos y Canadá
disminuye la solidaridad social y crece la pobreza; cuan do frenar la expansión
de la cocaína y la heroína sólo es posible si simultáneamente
se trabaja para disminuir la demanda del norte y la oferta del sur.
Los problemas tienen connotaciones diferentes e intereses distintos
en una y otra parte del continente. Ha llegado el momento de que los jesuitas
latinoamericanos, unidos, podamos compartir con nuestros hermanos jesuitas
del Norte para asumir juntos, en t oda su complejidad, búsquedas
comunes, por el bien de la comunidad humana del continente a cuyo servicio
estamos en la Iglesia.
CONCLUSIÓN
Queremos asumir con seriedad la promoción de la justicia que surge
de nuestra fe y la hace más profunda según las cambiantes
necesidades de nuestros pueblos y culturas y según las peculiaridades
del mo mento histórico de nuestro continente (CG34, 3,5). Siempre
los hombres y mujeres estarán amenazados por la codicia de la riqueza,
por la ambición de poder y por la búsqueda insaciable de
satisfacciones sensibles. Hoy esta amena za se concreta en el neoliberalismo,
mañana encontrará otras expresiones ideológicas y
aparecerán otros ídolos. Nosotros hemos sido llamados en
la Iglesia para contribuir a la liberación de nuestros hermanos
y her manas del desorden humano y vamos a permanecer allí, en esta
tarea al servicio de todos, situándonos al lado de nuestros amigos
lo pobres porque desde allí lo hizo nuestro amigo, el Señor
Jesús (CG34, 2,9).
Queremos conservar lo mejor de la herencia de dos décadas de
"jugarnos nuestra suerte con la suerte del pobre " (SCJ) . Por eso deseamos
multiplicar "las comunidades de solidaridad tanto de rango popular y no
gubernamental como de nivel polí tico" (CG 3,10). Para fortalecer
el trabajo por los derechos humanos; y el acompañamiento a los sectores
tradicionalmente excluidos: indígenas, campesinos, pobladores de
los sectores populares de las grandes ciudades, desplazados y refugiado
s, mujeres, ancianos, enfermos de adiciones y del SIDA, y niños
abandonados.
Invitamos a que en todas nuestras Provincias se inicie un proceso de
estudio y discernimiento sobre el neoliberalismo, la pobreza y la ruptura
de nuestras sociedades, a emprender en todos nuestros apostolados tareas
para enfrentar esta realidad. Encontram os que las comunidades de solidaridad
pueden ser el instrumento privilegiado para este empeño.
Después de un tiempo prudencial cada una de nuestras provincias
presentará los resultado de este esfuerzo espiritual, intelectual
y práctico. Estos resultados serán estudiados y analizados
por los Superiores Provinciales, con l a ayuda de los coordinadores sociales,
para ir uniendo esfuerzos en una perspectiva continental. La totalidad
de este empeño se adelantara en coordinación con la Iniciativa
del Apostolado Social de toda la Compañía.
A. M. D. G